Leopoldo Levet recibió a REFORMA en la sede de la Brigada Paracaidista Almogávares 6, a la que pertenece, con todo y su uniforme. Foto: Especial |
Luis Méndez / corresponsal
Madrid, España (11 de noviembre de 2007).- Leopoldo Levet lleva ya tres años enrolado en el Ejército español. Su caso no tendría nada de extraordinario de no ser porque es mexicano por los cuatro costados.
Nacido en Tapachula, Chiapas, hace 26 años, Leopoldo es uno de los cuatro paisanos que decidieron ingresar como soldados a las Fuerzas Armadas españolas luego de que el Gobierno ibérico aprobara en el 2002 una ley que permite a los ciudadanos latinoamericanos acceder a la milicia del país ibérico.
Ataviado con su uniforme de camuflaje, Levet sostuvo una entrevista con REFORMA en la sede de la Brigada Paracaidista Almogávares 6, a la que actualmente pertenece.
Esta unidad de intervención rápida se ubica en la localidad de Paracuellos del Jarama, al noreste de la Comunidad de Madrid, y cuenta con más de dos mil efectivos. De ellos, el 30 por ciento son soldados extranjeros.
Leopoldo no ha perdido su acento mexicano, aunque maneja ya muchas expresiones castizas. Es un joven desenvuelto, educado, que mantiene buenas relaciones con el resto de sus compañeros, con independencia de la nacionalidad que tengan.
En el cuartel le llaman cariñosamente "El Mexicano". A pesar de llevar tan sólo tres años en el Ejército español, ha participado ya con su unidad, en la primavera pasada, en una misión internacional de paz en el Líbano, de la que regresó a mediados de julio.
Siendo mexicano, ¿qué razones te llevaron a ingresar en el Ejército español?
- Estaba estudiando en la Universidad Autónoma de Chiapas la carrera de Ingeniería Agrónoma, aunque no tuve la oportunidad de acabarla. Pensé en meterme en el Ejército mexicano, concretamente en la Fuerza Aérea, pero se me había pasado la edad ya que tenía entonces 21 años recién cumplidos. Aproveché que tengo familia en Sevilla (Andalucía), una hermana de mi madre, y me vine para acá.
Pero se necesita residencia legal en España para acceder como extranjero a las Fuerzas Armadas españolas...
- Así es, como turista no podía ingresar al Ejército. Pero el esposo de mi tía, que es español, tiene una empresa y me dio trabajo para que pudiera conseguir un contrato laboral y obtener la residencia en España. Eso sí, cuando llegué a la oficina de enrolamiento de Sevilla diciendo que quería entrar en el Ejército español me miraron extrañados, se sorprendieron mucho, ya que me dijeron que era la primera vez que se presentaba un mexicano a las pruebas.
Leopoldo comenta todo esto sonriente, mientras apura el refresco. Estamos sentados en una de las mesas de la cafetería del cuartel a la que acuden soldados y oficiales en busca de refrigerio y plática.
¿Qué es lo que te ha aportado el Ejército español hasta ahora?
- Me ha dado seguridad, tanto económica como anímica. También me ha enseñado a relacionarme con la gente, ya que aquí dormimos cuatro personas en una habitación, con cuatro camas, y es una experiencia diaria en la que necesariamente tienes que compartir con los demás. Claro que hay enfados, pero siempre acabas bien con tus compañeros porque no vale la pena estar peleado con el que tienes continuamente enfrente.
¿Haces grupo aparte con los latinoamericanos de la unidad?
- Para nada, yo me relaciono con todo el mundo. Aquí adentro da igual que seas de Andalucía, de Asturias, de Ecuador o de Perú. No hay discriminación ninguna, aunque la mayoría de mis amigos son españoles.
¿Fue difícil tomar la decisión de ponerte a las órdenes de otra bandera, la española, y saber que llegado el caso tienes que luchar por ella?
- Yo personalmente lo he asumido bien, ya que tengo bastante ascendencia española. Mis abuelos, tanto paternos como maternos, eran españoles, de Asturias y del País Vasco. Cuando supe que mi tía se venía a vivir a España luego de casarse con un andaluz yo me dije "pues ahí tengo la oportunidad de viajar a un país que siempre quise conocer".
Fue llegar acá y ponerme a las órdenes de la bandera española. No me costó. De hecho, en la jura de bandera, en la que desfilamos dando un beso a la bandera, se oirá raro, pero me emocioné, sentí que un cosquilleo me recorría todo el cuerpo. No sólo hay razones emocionales, también eres consciente de que el Ejército español puede ser tu futuro.
¿Es sobre todo una apuesta profesional?
- Claro, además de ponerte a la orden de la bandera española a mí me están dando el pan de cada día y la oportunidad de tener algo aquí, de salir adelante, con un sueldo fijo.
¿Cuáles son tus honorarios en estos momentos?
- Ahora mismo gano unos 950 euros (unos 15 mil pesos mexicanos) al mes, además de la vivienda y la comida, ya que yo hago mi vida en el cuartel. La comida y la cena no entran en las prestaciones, pero lo que te cobran es algo simbólico porque un desayuno por ejemplo cuesta unos 70 céntimos de euro (unos 11 pesos mexicanos). El sueldo me da para vivir e incluso puedo ahorrar algo de dinero.
¿Cómo transcurre un día normal en tu vida?
- Me levanto sobre las siete y cuarto de la mañana, me aseo y, dependiendo de lo que se marque en la batería, formo con uniforme o ropa de gimnasia. Yo no desayuno porque, la verdad (y ahí sonríe de nuevo) prefiero dormir diez minutos más y tomar algún alimento cuando acabo los ejercicios físicos de la mañana.
A las diez y media retomamos las actividades y nos presentamos a nuestros respectivos jefes de sección. Podemos hacer instrucción, mantenimiento o limpieza de material. A la una de la tarde comemos, y a las dos y cuarto aproximadamente retomamos las actividades militares hasta las cuatro menos cuarto cuando nos reunimos de nuevo en el patio del cuartel y rompemos filas.
¿Y en la tarde...?
- Pues normalmente me pongo ropa de civil y salgo con mi novia a pasar con ella unas cuantas horas, vamos a algún centro comercial, al cine, a tomar algo o simplemente a pasear. También veo a los amigos. Sobre las once de la noche regreso al cuartel.
¿Tienes vacaciones?
- Sí, nos dan 35 días en verano, que es el permiso oficial, y en diciembre tenemos derecho a una semana. También disponemos de unos días libres en Semana Santa.
¿Tus planes son los de permanecer en el Ejército español?
- Sí me gustaría. Renuevo ahora mi primer contrato de tres años y ya puedo optar a la nacionalidad española que se necesita para ser suboficial u oficial. Cuando me la den moveré fichas para ascender en la milicia. Me gustaría entrar en la academia y graduarme de sargento, porque pienso quedarme en España.
Has tenido la oportunidad de participar con la Brigada Paracaidista en una misión internacional de paz de las Fuerzas Armadas españolas en el Líbano, entre los meses de marzo y julio de 2007. ¿Cómo fue la experiencia?
- Para mí fue una suerte irme, porque en la unidad de artillería muy poca gente sale de misión internacional. Nos recibieron muy bien, ya que al militar lo valoran allá bastante. Podíamos salir de permiso a dar una vuelta por el pueblo, Marjayoun, que está al sur del Líbano, casi en la frontera con Israel, que era la zona que teníamos asignada. Al principio la experiencia pintaba más fea de lo que fue en realidad.
¿Cuál era tu labor en ese país asiático?
- Prestábamos apoyo militar, sobre todo para mediar en las tareas de pacificación. A mí me tocó en una sección de radio y estuve pasando informes, enlazando a los grupos en la zona asignada. Fue un trabajo cansado, pero enriquecedor. Obviamente en cuatro meses echas en falta a la familia y, en mi caso, por partida doble, a la de España y a la de México, así que a través del teléfono y de Internet mantuve un contacto frecuente con los míos.
¿Qué sentiste el pasado mes de junio cuando murieron seis de tus compañeros en Líbano como consecuencia de un atentado contra el convoy en el que viajaban?
- Nos dolió mucho a todos, pensando en principio en sus familias, en las madres que esperaban con tantas ganas a que regresaran sus hijos, puesto que faltaban sólo unos días para que volvieran a España. Por otro lado sentí pena de ver a gente tan joven dejar la vida en esas circunstancias, que perdieron de repente todo lo que les quedaba por vivir, y también un poco de impotencia al saber que algo así nos podía pasar a cualquiera de los que allí estábamos.
¿Qué extrañas más de México?
- Evidentemente a mi familia en primer lugar, ya que mis padres y mis tres hermanas están en Tapachula, y luego echo de menos la comida, aunque tengo acá mis botes de chile que me manda mi padre de vez en cuando... y eso siempre ayuda.