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Thursday, January 03, 2008
Más neuronas, menos recursos
Alberto Aziz Nassif
Investigador del CIESAS
El rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente, lo definió muy bien la semana pasada al poner en operación la supercomputadora Kan Balam : uno de los problemas para la ciencia y la tecnología en México es que "tenemos menos recursos, no tenemos menos neuronas".
Cada año, desde hace mucho tiempo, hay amenazas de recorte presupuestal para las instituciones públicas que se dedican a la ciencia y la tecnología. A pesar de que se ha demostrado una correlación positiva entre desarrollo y política científica, los gobiernos mexicanos, tanto del PRI como del PAN, siguen sin entender la importancia del problema. La política de Estado en materia de ciencia y la tecnología es una inversión para salir del subdesarrollo, como lo ha demostrado el caso de Corea del Sur.
Si México quiere jugar en el escenario internacional como una de las economías importantes, si pertenece al selecto grupo de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), no puede seguir destinando 0.36% del PIB a ciencia y tecnología, como lo hizo ahora en 2007, el presupuesto más bajo en 20 años.
De muchas formas se ha argumentado la importancia de la investigación científica; permanentemente se elaboran documentos para que la agenda científica del país pueda salir del estado de raquitismo en materia de recursos económicos, pero las respuestas son promesas y oídos sordos. Las universidades públicas se han logrado defender un poco más de las tijeras neoliberales, por la función docente que cumplen, pero no ha sido así con los centros públicos de investigación (CPI). Este sistema -que abarca a 27 instituciones de todas las especialidades científicas, 10 en ciencias exactas y naturales, ocho en ciencias sociales y humanidades y nueve en desarrollo tecnológico y servicios- ha sido duramente castigado este año. Si los centros ya vivían en estado de precariedad, ahora con el recorte de 30% para 2007 se pone en peligro su operación misma. Los CPI están en riesgo.
Una de las redes de investigación especializada más importante del país, no sólo en materia de investigación, sino en formación de recursos de alto nivel, tiene un futuro completamente incierto. El sistema de CPI tiene presencia en 24 estados y en 42 ciudades; tiene la segunda membresía más importante del Sistema Nacional de Investigadores después de la UNAM; imparte 70 programas de posgrado con niveles de excelencia, en los cuales atiende a más de 7 mil 500 alumnos y ha logrado graduar a 20% de los doctores a nivel nacional. Con estos datos resulta lastimoso que donde sobran la creatividad, la imaginación y el desarrollo científico, donde se generan aportes básicos para el desarrollo del país en materias tan variadas como pobreza, migración, procesos electorales, gestión pública, cambio climático, agua, recursos naturales, tecnologías de la información, nuevos materiales, entre muchas otras, se tengan que mendigar los recursos para mantenerse a flote. Además, se trata de comunidades científicas que han entrado a modelos de evaluación entre pares, con una marcada rendición de cuentas y transparencia e impacto social en sus actividades. Más neuronas, pero menos recursos.
El recorte del presupuesto del 2007 para los CPI es lamentable. Durante el sexenio pasado se legislaron nuevas reglas del juego para apoyar de mejor forma a la ciencia y la tecnología; incluso, en materia presupuestal se creó el Ramo 38, que tiene los recursos para el Conacyt y para los CPI. Hay que meterse a los laberintos presupuestales para ver el recorte que se hizo a los centros, se pasó al Conacyt bajo el rubro de subsidios, que son becas. ¿Cuál es la lógica de tener más becarios, más graduados, si las instituciones en donde se forman no van a poder pagarles el sueldo a los profesores, si todas estas instituciones no tendrán recursos ni para pagar la luz y el teléfono? ¿Con qué material van a trabajar los becarios en formación dentro de los posgrados de excelencia de los centros, si no se podrá actualizar el acervo bibliográfico, y no se podrán comprar los libros para cubrir los programas? Veamos por qué.
El monto recortado es de 237 millones de pesos y corresponde a varios capítulos: uno es salarios, que se bajó 3.7%, y se aplicó de forma irregular el descuento entre todos los centros, sin tener un criterio lógico; otra de las reducciones, la más grave, fue de 27% parejo a todos los CPI y se dividió en dos capítulos, uno que es para materias primas, reactivos, software, suministros, acervos bibliográficos especializados, libros y revistas; el otro es para la operación vital, que va desde agua, luz, teléfono, hasta publicaciones y viáticos. Si se regresan los 237 millones simplemente se volvería a la situación presupuestal de 2006. Porque además se redujo a cero cualquier posibilidad de inversión.
Lo que debería ser una política de Estado, como la política científica, con apoyos a corto, mediano y largo plazo, con proyectos estratégicos, está convertida en una improvisación absoluta, que depende del criterio de coyuntura de cada gobierno y cada año parece ser el eslabón más débil de la cadena, lo más castigable. Ningún país puede aspirar a salir del subdesarrollo si su política científica tiene un apoyo miserable, y sus instituciones son -según la "ilustre" burocracia en turno- sacrificables.
Los datos del subdesarrollo científico en México son apabullantes, como dice Alejandro Frank: "Mientras que EU destina 960 dólares por habitante a la ciencia y tecnología y España 400 dólares, en México la cifra es de apenas 20 dólares. Al principio del pasado gobierno el gasto era de 0.4% del PIB pero el gobierno de Fox logró algo que parecía imposible: reducirlo a 0.36%" (EL UNIVERSAL 8/I/2007). Podemos preguntarnos qué nuevo récord logrará el gobierno de Calderón, si el primero año ya redujo 30% a los CPI. A pesar de algunos avances que se han dado en los últimos años, como la creación de una nueva normatividad para la ciencia y la tecnología, y el nuevo ramo presupuestal, seguimos, como país y como comunidad científica, sometidos a la improvisación y los azares de una planeación económica que está muy lejos de un proyecto a largo plazo y de una política de estado. Más neuronas, pero menos recursos.