Por Víctor Adrián Espinosa
Día con día, decenas de chavos mexicanos, sin oportunidades de empleo, son reclutados en los carteles de las drogas deslumbrados por el poder y el respeto, pero sobre todo por el éxito económico que prometen
¿Cuándo fue la última vez que despertaste sin ganas de seguir tocando puertas sin respuesta? Esta pregunta se la hacen más de 1 millón de chavos desempleados en México (INEGI), recordemos que sólo dos de cada 10 trabajan. Así, los jóvenes en busca de una oportunidad y cansados de los puestos miserables que publican los periódicos, se deciden a matar por algunas monedas. No importa cuánto pierdan, la resistencia y la voluntad es lo que importa, aunque su dignidad esté mutilada.
Es así como el narcotráfico en México tiene un rostro joven. Una tendencia que va en aumento, basta con recordar los resultados de una encuesta realizada por el Instituto Municipal de Atención a la Juventud en Culiacán, la cual arrojó que de los 250 mil jóvenes que habitan esa ciudad, la mayoría ven en el narcotráfico la mejor oportunidad de empleo en este país; las razones: el lujo, el dinero, el poder y el respeto.
Pero hagamos a un lado los números. Ejemplos reales los vemos a diario con "los narcojuniors": grupos de chavos que ven beneficiado su capital económico por la venta de drogas en restaurantes, bares, comercios y centros turísticos.
Y sí esto es poco, el que El Chapo Guzmán apareciera en la lista de Forbes como uno de los hombres más ricos del planeta aportó un nuevo elemento a esta "demandada profesión del narcotráfico"; se convirtió, así, en un modelo a seguir, al demostrar que dedicarse a dicha actividad trae éxito económico.
Pero no perdamos de vista la otra cara de la moneda, esa que describía la periodista Denise Maerker en su columna Atando Cabos hace algunos días: "El nuevo mexicano multimillonario no inventó nada, no es un genio de la computación o un joven emprendedor, es sencillamente un delincuente".
¿Cómo combatir un sector que ofrece 450 mil oportunidades de empleo?
Algunas instituciones han planeado distintas soluciones al problema, como el regreso a los valores de la familia o involucrar a los jóvenes en la cultura de la denuncia y así dejar de ver al narco como una carrera de triunfo. Tal es el caso del Instituto Mexicano de la Juventud.
La directora general de la institución, Priscila Vera Hernández, ha destacado la importancia de crear programas sociales que vinculen a los jóvenes con la comunidad, como el convenio "Jóvenes por un México Seguro", firmado junto con la Procuraduría General de la República. Este programa tiene como papel fundamental el que los jóvenes ocupen un papel frente a la construcción de la ciudadanía para fomentar desde ahí una cultura de la denuncia, en total confianza con las autoridades.
Otra de las soluciones fue propuesta por el director de Atención a la Juventud del Ayuntamiento de Culiacán, quien aseguró que la única manera de contrarrestar este tipo de "empleo" es retornando a los principios y valores de la familia, así como fomentando la convivencia y educación que se imparte en las escuelas.
Aún así, ¿estaremos atacando la raíz del problema? ¿Cómo ayudar a ese considerable número de jóvenes que buscan cada mañana una oportunidad en las migajas de la oferta laboral en México? Posiblemente creando más empleos, pero aunque lográramos una tasa alta, ¿alcanzaríamos a competir contra los 450 mil puestos que, acorde con los Estados Unidos, ofrece el narco a los mexicanos actualmente? Y sobre todo, ¿esos nuevos empleos ofrecerían los mismos privilegios que brinda el narco: dinero, comodidad, respeto? El tiempo y cada vez más chavos involucrados en el crimen organizado darán la respuesta.